Demasiadas facultades de Medicina, pocos profesores, nula movilidad, endogamia, alumnos con demasiados criterios diferentes de selección, tasas muy caras… radiografía de una Universidad “empobrecida” que requiere un debate en todos los ámbitos. Valga este adelanto protagonizado por referentes internacionales que salieron de la Facultad de Salamanca y que ayer cerraron el XVI Ciclo Cultural del Colegio de Médicos.
Cuando expertos de reconocido prestigio internacional de la talla de Enrique Battaner, Juan Jesús Cruz, Francisco Lozano, Rogelio González Sarmiento y Julio Pascual se ponen de acuerdo en realizar una misma radiografía sobre los males que acechan a la Universidad española en general, y a los estudios de Medicina en particular, es comprensible pensar que se trata de una opinión compartida por quienes manejan una dilatada experiencia en el campo de la asistencia, la clínica y la investigación, y que, en cualquier caso, son aportaciones muy a tener en cuenta para mirar al futuro con mayor garantía si queremos nuevas generaciones de médicos preparadas y centradas en el paciente, y en la persona en su conjunto.
Todos estudiaron Medicina en la Universidad de Salamanca y todos, excepto Julio Pascual, que ahora es nada menos que gerente del Hospital Universitario Marqués de Valdecilla de Santander, siguen vinculados a esta institución que ahora celebra sus 800 años como una oportunidad histórica única de renovarse o morir.
No será fácil, los males no vienen sólo de dentro, sino de un sistema “autónomo” en un país de “autonomías” que complica seriamente la universalidad, calidad y excelencia que deben perseguir los estudios universitarios.
Lo dice muy claro, “el más viejo” de los cinco, circunstancia que me permite “hablar con mucha más libertad que cuando estaba en activo, y desde luego con mucha más que cuando era rector”. Porque Enrique Battaner no sólo estuvo al frente de la USAL (2003-2007), sino que acumula décadas de docencia, investigación, asistencia y gestión para saber, de primera mano y con mucho conocimiento, cuáles son los males que acechan a las Facultades de Medicina y que resumió en cuatro: no puede existir tanta heterogeneidad en España en las pruebas de acceso, no se puede mantener el sistema actual sin profesores, los estudios deben ser públicos y gratuitos pero elitistas, y hay que redefinir las relaciones entre la Sanidad y la Universidad en lo que concierne a los hospitales universitarios.
No son afirmaciones a la ligera, sino avaladas por un repaso histórico, breve pero minucioso, de los 50 años en los que lleva siendo licenciado en Medicina, “cumplo mis bodas de oro coincidiendo con el VIII Centenario”, y entonces sólo estudiaba el 1% de la población en 14 universidades públicas y 4 privadas frente a las 50 públicas y 27 privadas actuales, “una expansión sin precedentes en otros países, pero que ha tenido su parte negativa que yo llamo dilución, porque la calidad se ha diluido, sobre todo por la falta de materia prima, que es el profesorado, y en 50 años no se forman todos los docentes necesarios” para este volumen de estudios universitarios.
Una situación que padece, como todas, la Universidad de Salamanca, con 30.000 alumnos en 22 centros y con más de 100 titulaciones, “a las que tiene acceso toda la población, se ha generalizado el grado por el plan Bolonia dando lugar a una educación terciaria, y dejando los máster y postgrados para la élite, además de sufrir un aumento de las tasas universitarias que nos aleja de Europa”, añade Battaner. No es de extrañar, por tanto, que las universidades españolas no aparezcan “ni entre las mejores 200 del mundo”.
Aunque el desarrollo en democracia no es comparable con lo que ocurrió durante la Dictadura de Franco, lo cierto es que no se pueden obviar avances significativos en esta época, sobre todo bajo el mandato del ministro de Educación, Manuel Lora-Tamayo (1962-1968) cuando se estableció la dedicación exclusiva de los docentes, aunque el sueldo sólo fuera de “16.000 pesetas al mes por aquella condición”, y se definieron los departamentos; pero fue con la llegada del Gobierno socialista en 1982 cuando se produjo la gran revolución, la Ley de Reforma Universitaria (LRU), vigente hasta 2002 pero con un patrón que todavía permanece y que nos ha ido dejando “luces y sombras”, las más oscuras las que procuran una “endogamia” insoportable que provoca situaciones absurdas como que “un universitario de Salamanca tenga más fácil acceder a Oxford que a una Universidad de Sevilla”, por no hablar de la “rigidez y condiciones extravagantes para lograr una Cátedra en España”.
“Un repaso fantástico” sobre los males que nos acechan, en palabras de otro de los grandes, referente mundial en Oncología, Juan Jesús Cruz, quien, en el caso concreto de la Medicina en Salamanca, echa en falta profesores de referencia que “venían de muchos sitios, ahora somos de aquí, nos formamos aquí y no salimos de aquí”, producto en gran medida de este Estado autonómico que crea distritos universitarios y que impide los traslados de profesores, el compartir experiencias, el aumentar la formación en otras provincias, en enseñar lo que uno sabe mejor que otros, en definitiva, en universalizar el conocimiento frente a este nacionalismo que “empobrece la Universidad”.
“¿Cómo vamos a tener calidad con 109 campus universitarios o 40 facultades de Medicina? Tenemos que ser selectivos y financiar todo para los jóvenes que tengan que estar”, añade Cruz, quien también critica un sistema MIR enfocado sólo a “hacer prácticas” cuando lo ideal es realizar “una formación completa docente, asistencial e investigadora”, y por supuesto, “no sólo formar los MIR que necesitamos en Castilla y León, porque si somos un buen hospital tendríamos que aspirar a tener con nosotros al máximo número posible de residentes y que fueran luego a toda España”.
Más datos para reflejar los mismos problemas ofrecidos por otra excelencia médica, Francisco Lozano, estudiante de Medicina entre 1971 y 1977 cuando “sólo había cuatro facultades y de 1.200 alumnos sólo acabábamos 200, no teníamos obsesión por el MIR, éramos más idealistas y con mayor vocación”.
Sin duda otros tiempos, nunca sabremos si mejores o peores, pero lo cierto es que el pragmatismo ha acabado, a juicio de Lozano, “con la masa crítica en una Facultad de Medicina empobrecida por la falta de profesores, en cantidad y en calidad”. “España es el país europeo con más facultades y en este caso cantidad no puede ser calidad”, añade.
Con soluciones más prácticas y a pie de aula, se manifiesta el alma del Instituto de Investigación Biómedica de Salamanca, aunque él diga que “el Ibsal no es Sarmiento” y todos sus compañeros le repliquen al unísono, “algo tendrá que ver”. A juicio de Rogelio González Sarmiento, “hay que repensar la Facultad de Medicina, ser más tutores y menos catedráticos magistrales, necesitamos un cambio radical en los métodos de aprendizaje para lograr alumnos más autónomos”. Lo dice, además, con conocimiento de causa y experiencia propia, porque a pesar de su extenso currículum, a clase no fue mucho: “Cuando empecé en el 73 había más huelgas que clases y luego hice las milicias universitarias y tampoco iba a clase, lo que me ha hecho muchas veces pensar si realmente son tan importantes”.
Claro que, como han apuntado sus compañeros, había “movilidad” de profesores que te marcaban, “Salamanca era camino de paso hacia Madrid”, y a estos jóvenes alumnos de entonces, les quedaba el “estímulo”, por ejemplo, de un joven Battaner “llegado nada menos que de Estados Unidos”, o de Sisinio de Castro, “que nos dejaba explorar a los pacientes”, en definitiva otra forma de hacer y de pensar, “nadie tenía miedo de salir y formarse en el extranjero”, quizá, como no ocurre ahora, “porque sabían que tenían capacidad de volver”.
Ahora,“los profesores de Medicina somos como cipreses ahí plantados, nos regamos y nos autoregamos”, por eso Sarmiento les pide a sus alumnos que “sean valientes, que salgan, que se muevan, porque sin son buenos van a tener un lugar, y si les gusta su profesión da igual un hospital que otro, hay pacientes en todas las partes y es algo maravilloso”.
Llegados hasta punto, a Julio Pascual no le quedó mucho más por decir, “estoy de acuerdo en casi todo”, pero como sus compañeros echa en falta profesores “que nos marcaron” y que hicieron que “yo sea neurólogo” y ahora con una gran responsabilidad en uno de los hospitales también de referencia en numerosas especialidades.
Un debate para la historia de esta Universidad ocho veces centenaria y también para un Colegio de Médicos activo y comprometido con la sociedad y con los profesionales, pero también un encuentro entrañable en el que los cinco protagonistas no dudaron en desnudar un poquito su pasado y contar anécdotas y sentimientos que también han sido claves para forjar una carrera de éxito.
“En mi segundo curso se produjo el asesinato de John Kennedy y en el último el de su hermano Robert, nunca sabré si es una relación causal”, aseguró Battaner, el profesor que preguntaba en los pasillos por el número de amígdalas a los estudiantes de la época de Sarmiento, aquel estudiante sin clases que quiso ser médico “desde los diez años” y al que nadie quiso contratar en el hospital de Salamanca “después de una formación de 2 años en Estados Unidos”, menos mal que salió una plaza de profesor y la ciudad no perdió a este investigador excelente.
También recibió Salamanca a estos chicos de provincias que llegaban en el 68 asombrados a una “facultad entonces multiracial y multiétnica, con negros, árabes y alumnos del País Vasco, Asturias, Castilla y León o Extremadura”, como recuerda esta placentino universal como es Juan Jesús Cruz.
Desde Zamora llegó también tres años después Francisco Lozano, cirujano de vocación y ahora preocupado por “la desmotivación, el desgaste personal y hasta la recaída en las drogas” de muchos compañeros, obsesionados quizá por tanta tecnología que los aleja de un humanismo necesario para el trato con los pacientes.
De Segovia vino Julio Pascual, al que su padre quiso evitarle Madrid, donde en aquellos años de finales de la Dictadura las facultades estaban más cerradas que abiertas.
Ahora, de acuerdo con lo expuesto, quizá haya que cerrarlas un poco, hacerlas mejores para seguir teniendo, formando y ofreciendo a los mejores médicos del mundo.
“Difícil selección” entre los grandes médicos que ha dado Salamanca para cerrar un gran ciclo cultural del Colegio de Médicos dedicado a los 800 años de la Universidad, y también de los estudios de Medicina, “gracias y perdón a quienes no han estado”, por problemas de espacio y de tiempo, sobre todo, tal y como aseguró el presidente, Santiago Santa Cruz.
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