Con motivo del Día Internacional de la Eliminación de la Violencia Contra la Mujer, que se conmemora este domingo, el Consejo General de Enfermería (CGE) ha lanzado un decálogo que recoge las principales señales de alerta de violencia de género. Señales físicas como moratones, pérdida de la seguridad en sí misma, tristeza y ansiedad, subidas y bajadas de peso repentina o alejarse de su entorno más cercano son algunos de los indicios.
En 2004, la Organización Colegial de Enfermería ya puso el foco en este problema aprobando una resolución en la que mostraba su rechazo absoluto a este tipo de violencia. “Es importante que actuemos y lo hagamos ya. Pero hacerlo, exige una reflexión y un análisis de la situación. Las enfermeras son el primer contacto con el paciente, y somos clave en la detección de muchas situaciones de maltrato que permanecen ocultas tras las paredes de los hogares”, explica Pilar Fernández, vicepresidenta del CGE.
Para el Consejo, la violencia de género es un problema social al que la Enfermería no es ajena. “Las víctimas necesitan que hagamos todo lo posible como profesionales y como seres humanos. No podemos quedarnos impasibles ante las torturas que sufren cientos de mujeres a nuestro alrededor”, señala Pilar Fernández.
Protocolo de actuación
El testimonio de mujeres víctimas de violencia y de sus enfermeras es la base del decálogo, que será enviado a todas las enfermeras y enfermeros españoles, distribuido a centros de salud y hospitales y que permanecerá a disposición de todos los profesionales y entidades en la web del Consejo General de Enfermería (CGE).
Además del decálogo para la detección, desde la organización colegial se recuerda a los profesionales sanitarios las pautas de actuación ante un posible caso de maltrato, tanto en el entorno sanitario como en una visita domiciliaria:
– El primer paso es aislar a la paciente del acompañante. Es posible que éste se niegue a separarse de ella. Pautas como pedir a otro compañero que le lleve a Administración con la excusa de completar unos documentos pueden ser eficaces o argumentar la realización de un procedimiento físico. Pero en este punto lo mejor es tener imaginación.
– La paciente necesita un ambiente seguro, tranquilizador; en ningún momento hablará si cree que alguien puede estar escuchando.
– La persona tiene miedo a que su problema se sepa. Garantízale la confidencialidad.
– Ponerse en su lugar, tener empatía. No la juzgues, no critiques, no le preguntes por qué no le abandona, sólo practica la escucha activa.
– Tras obtener todos los datos, aportar información y recursos disponibles en la comunidad autónoma. Ofrecer la ayuda del asistente social del hospital. En caso de que se niegue por miedo, se le puede dar, además del 016 (teléfono de Asistencia a Víctimas de Violencia de Género), un número donde contactar con la enfermera o con una asociación de afectadas.
– Recordarle que puede volver cuando quiera.
– Atender las lesiones físicas y psíquicas en caso de que las haya.
– Si la víctima no presenta lesiones que supongan un riesgo vital, pero requiere un informe médico forense, es muy importante tener cuidado hasta la llegada de dicho médico. Es importante que nuestra actuación no destruya pruebas policiales. No lavarla, no administrarle sedantes orales, explicarle el porqué de nuestra actuación, informarle de que sólo aportando las pruebas podremos conseguir que la Justicia se haga cargo del agresor. No dejarla sola.
Llamamiento de los médicos de Atención Primaria
Por otro lado, las Vocalías de Atención Primaria Rural y Urbana de la Organización Médica Colegial (OMC), bajo la coordinación de los doctores Hermenegildo Marcos y Vicente Matas, respectivamente, también han querido llamar la atención sobre la importancia de que los profesionales sanitarios se impliquen en la lucha contra la violencia de género, pero también sobre las dificultades actuales que existen en los centros de salud a la hora de abordar este tipo de situaciones. “Con cinco minutos de consulta es imposible detectar casos de violencia de género”, aseguran.
Según denuncian, las condiciones en las que el médico de Familia ha de afrontar esta problemática en su consulta no son las idóneas, ya que “se requiere una serie de factores que actualmente no se reúnen”, entre ellos, la coordinación, la continuidad en la asistencia, la detección precoz y, sobre todo, el tiempo, ya que “la masificación de las consultas impide dedicar los minutos necesarios para detectar este problema de primer orden para la sociedad española y para ofrecer las soluciones oportunas a sus pacientes víctimas de violencia de género”.
Sin embargo, los coordinadores de estas vocalías advierten de que casi la mitad de los médicos de Familia tiene cupos de más de 1.500 personas, lo que supone una sobrecarga de trabajo en consulta diaria, que se agrava con la falta crónica de sustituciones en las ausencias de los compañeros del centro de salud, y en demasiadas ocasiones, a pesar de atender 40, 50 o incluso más consultas diarias, un importante porcentaje de médicos de Familia tienen demoras excesivas.
En estas condiciones “y con agendas en las que se citan pacientes cada cinco minutos o poco más”, desde la OMC se considera muy complicado realizar las tareas necesarias para detectar los factores de riesgo, buscar los indicios para relacionar ciertas patologías con violencia de género, interrogar detenidamente, detectar casos en los que la propia víctima no es consciente de que está sufriendo violencia de género; “se necesita mucho más tiempo para abordar estos casos sin ofender a la propia víctima y, desde luego, es prácticamente imposible en cinco o incluso diez minutos”.
Bajo su punto de vista, está en manos de las Administraciones facilitar, “con un pequeño incremento de plantilla en determinados centros, que se pueda disponer de ese tiempo imprescindible”. También conceden especial importancia a la detección precoz, que se debe incorporar a la consulta diaria con mecanismos que incluyan una comunicación a través de preguntas facilitadoras, como por ejemplo, “¿cómo van las cosas en la familia?”.
En el caso de sospecha, los representantes de estas vocalías de la OMC recuerdan que se debe valorar el riesgo de cualquier tipo de agresión o de suicidio y elaborar un plan de actuación y protección con los recursos disponibles. Se orientará, ofrecerá apoyo psicosocial y facilitará el contacto con grupos y asociaciones que trabajen en este campo e incluso, si se cree necesario, notificación al juzgado. Si hubiera hijos, éstos pueden ser testigos o víctimas de la violencia, y se debe contactar con el pediatra.
Sin embargo, añaden, muchas veces el profesional se topa con obstáculos como el miedo a no saber cómo preguntar o abordar la situación y ofender a la víctima, ante lo cual dichas Vocalías consideran necesaria la sensibilización y formación de los médicos para reconocer y enfrentarse a la violencia de género.
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