Porque los libros son la mejor Medicina, no sólo contra la peores enfermedades de este loco siglo XXI, donde del “estrés pasamos a las neurosis y, de ahí, a la paranoia”, a la desconfianza hacia el otro, sino también contra esas otras dolencias calladas que nos tiñen el alma de negro y bajan la persiana de los sueños. Porque los libros son la mejor Medicina, también como lucha y catarsis social y colectiva, ella alza la voz desde la Universidad de Salamanca hacia del resto del mundo para reivindicar LA LITERATURA con mayúsculas.
No en vano, a Francisca Noguerol (Sevilla, 1967), catedrática de Literatura Hispanoamericana en la USAL, la lectura la hizo rica cuando no lo era, la llevó por el mundo imaginario de novelas y cuentos para hacerla real y comprometida. “La Literatura cura y te enseña a vivir, te enseña tolerancia y a colocarte en el mundo”, asegura. Y si además optas por los variados universos de Latinoamérica, aprendes a amar todas las tradiciones literarias del mundo.
De ahí su vocación por estar al lado del otro, por comprender, por abrir los ojos al pensamiento y a la crítica, por la docencia y la investigación. Saber que los jóvenes ya no viven en la era de la imprenta, sino de las redes sociales, y sentarse a su lado, con una literatura de peso como la de los clásicos del siglo XX –Borges, García Márquez o Cortázar– o la que se encuentran en la minificción, en los memes o en los tuits.
Si nos adentramos en el currículum de Francisca Noguerol, impresiona semejante creación y producción siendo tan joven: más de 60 artículos, 13 reseñas, 10 libros, 72 capítulos de libros, 15 prólogos, 74 comunicaciones y ponencias en congresos, 81 charlas en reuniones científicas, 60 conferencias, 69 mesas redondas y presentaciones, proyectos de investigación, grupos de investigación….
A mí me encanta la docencia; dar clases constituye una de las grandes virtudes de este trabajo, porque te encuentras ante alumnos adultos que son cómplices; y esto es especialmente constatable en una carrera como la de Literatura, a la que se llega por vocación, con alumnos que no están pensando tanto en el futuro como en disfrutar y aprender. La Literatura ayuda a comprender el mundo y curiosamente las clases te sirven mucho para la investigación; al ordenar ideas ante un público te van surgiendo los temas de reflexión futuros. Y la verdad es que siempre me ha gustado investigar, pues no en vano quería ser detective de pequeña.
“Lo más importante que ocurrió en mi vida,
y tengo un hijo al que adoro, fue aprender a leer”
Esta fascinación empieza por curiosidad y complicidad, las dos grandes palabras que los investigadores llevamos de la mano: complicidad, porque tus receptores suelen ser personas que se interesan por lo mismo que tú, quieren aprender y creen que el aprendizaje es lo más importante en su vida; y curiosidad, porque es lo que te hace investigar, no tanto por currículum, sino por el amor a leer, la base de mi vida. En la lección de Cátedra empecé diciendo: “Lo más importante que ocurrió en mi vida, y tengo un hijo al que adoro, fue aprender a leer”. Es el momento en el que una empieza a descubrir el mundo.
Las mujeres investigan, sin género de dudas…
Las mujeres investigan, y lo hacen muy bien. En Literatura, te diré que yo tengo un 85-90% de alumnas, y hay temas muy específicos donde ellas han sido siempre punteras, como la poética del cuerpo, la literatura de la subjetividad, la psicocrítica. Nos interesan los símbolos, la mito-crítica, donde destacamos especialmente frente a temas más sociales.
¿Entonces hay temas más proclives a la investigación femenina?
Aunque no es axiomático lo que voy a decir, se observa un interés prioritario en las mujeres por los aspectos mitológicos y psicológicos del imaginario cultural, muy relacionados con los mundos interiores y las subjetividades propias. Es algo muy significativo que he ido apreciando en estos 30 años de investigación, y aunque siempre hay temas comunes con nuestros compañeros, nos orientamos menos a la estética de la recepción. Como especialista en Literatura Hispanoamericana, puedo decir que autoras como Josefina Ludmer o Beatriz Sarlo, por poner dos ejemplos preclaros, son mujeres que establecen paradigmas de cómo se construyen las nuevas subjetividades, porque eso ayuda a comprenderse a uno mismo, qué significa estar en el mundo y en relación con los otros.
Sin embargo, a pesar de que las mujeres representan el 39 % de la plantilla del sistema nacional de I+D, su participación en posiciones de responsabilidad sigue siendo minoritaria: en la esfera académica, las mujeres solo ocupan el 21% de las cátedras, el 10 % de los cargos de rector y el 21 % de los puestos directivos de las instituciones de investigación; y en los organismos públicos de investigación, apenas suponen el 25 % de la categoría más alta. ¿Todavía queda mucho camino?
Esto va cambiando. Cuando comencé, con 23 años, sería un 4% el porcentaje de mujeres en puestos de poder. Es verdad que yo no he sufrido lo que es sufrir un jefe de laboratorio que decide tus becas y tu futuro, porque el mundo de la literatura es mucho más abierto, con más posibilidades de desarrollarnos de forma autónoma. De este modo, puedo comentar que no he vivido, afortunadamente, ningún tipo de discriminación, ni acoso, aunque no dude de que esto exista.
#oCientíficaoMadre es un movimiento de mujeres científicas que sí han sentido ese “apártate a un lado” en el momento de tener un hijo…
Es dificilísimo tener un hijo. Yo tengo ahora uno de cuatro años y medio y sé lo que significa. Maravilloso, y al mismo tiempo aterrador desde el punto de vista profesional, porque ésta es una carrera a tiempo completo. Yo comprendo que las compañeras científicas lo tienen peor, porque ellas deben ir a determinadas horas, según me cuentan, a las pruebas de laboratorio o a inspeccionar el paso de un planeta por determinada coordenada, y yo puedo estar escribiendo a las tres de la mañana cuando el niño duerme; pero también te digo que los chicos jóvenes están sufriendo ahora esta misma situación.
“El problema de la conciliación tiene que ver
con la actitud que uno tome ante la vida,
con las decisiones y la libertad asumida”
El problema de la conciliación tiene que ver con el reparto de roles, y creo que ahora se está produciendo en mucha mayor medida. El problema es cómo te impones, no puedo dar una sola respuesta ante esto; tiene que ver con la actitud que uno tome ante la vida, con las decisiones y la libertad asumida. Yo he sido bastante libre en mi vida, pero aun así, si yo me quejara de mi entorno, estaría mintiendo de una manera bellaca.
¿Usted ya jugaba con libros en vez de con muñecas?
En mi casa, desgraciadamente, no había muchos libros; éramos una familia humilde de Sevilla, pero mi madre era una gran lectora, en principio, literatura de kiosco, y fue ella quien nos habló del bibliobús. No teníamos dinero para vacaciones, no íbamos a la piscina… Fíjate que yo conocí con 11 años el mar Cantábrico antes que el Mediterráneo, cuando destinaron a mi padre a San Sebastián… Así que no había otra salida: el momento de salvación en mi vida se producía cuando mi hermana mayor –que también es profesora de Literatura en Secundaria– y yo íbamos al bibliobús, y como sólo te dejaban sacar dos libros a la semana, tomábamos los carnés de toda la familia; teníamos derecho a 10 libros y los “acabábamos” en dos días y medio.
Toda una generación del medio rural o de los barrios más humildes que aman el bibliobús…
Además de su impresionante labor de difusión, destaco cómo solo llevaban libros buenos. Ahora los jóvenes cuentan con tantas posibilidades a su alcance, que se ecuentran imposibilitados de elegir, o están ante un videojuego y no ven la posibilidad de olvidar la imagen. Leyendas celtas, leyendas incas, libros de mitos… Ésa era mi pasión de vida: la lectura, que te permitía olvidarte del horror del calor. Y claro, el amor de mi madre.
¿Todo está en los libros?
Desde luego. A mí me permitieron viajar, hacer todo lo que no podía, ser lo que quería, como Sandokán, de Emilo Salgari, al que yo adoraba, o descubrir a Julio Verne, uno de los amores de mi vida. O ya con diez años, resolver casos con Agatha Christie… Los libros me permitieron ser rica cuando no lo era, me dieron una cultura y un sentido del mundo que me llega hasta ahora, me proporcionaron apertura de miras y tolerancia.
“Los libros me permitieron ser rica cuando no lo era, me dieron una cultura y un sentido del mundo que llega hasta mis días”
En un momento en el que sufrimos las consecuencias de las fake news, en el que la polarización y la fragmentación se apoderan de la cultura contemporánea, cuando sólo escuchamos lo que nos comenta el medio de información especialmente diseñado para nuestras opiniones, yo conocía con los libros muchas opiniones, veía gente muy diversa, y es algo que sigo defendiendo ante mis alumnos.
Sin duda son la mejor fuente de conocimiento, junto a las propias experiencias y las de otros que saben enseñarnos tanto, pero ¿también pueden ser fuente de curación o de terapia? ¿Usted cree que los libros pueden curar?
Totalmente. De hecho, desgraciadamente en mi casa ha habido enfermedades duras, como el cáncer de mi hermana, y hay libros para superar esta situación. Incluso a veces me piden una lista de diez o quince títulos que han curado. Yo incluiría, por ejemplo, Contra la Desolación, de Doménico Chiappe, un venezolano que vive en Madrid y que ha sufrido horriblemente el cáncer de su hija de 10 años, contando su durísima convalecencia en un hospital de Navarra. Este hermosísimo libro rezuma esperanza desde la primera página hasta la última, en la situación más al límite que puede vivir una persona.
“‘Lo que no tiene nombre’ es un libro de poemas
que cura, que muestra cómo una persona
se rearma y sale del abismo”
Pero también recomendaría el libro de la colombiana Piedad Bonnett donde narra el suicidio de su hijo, quien, sin ninguna necesidad, siendo feliz, con un buen trabajo y una buena vida, se quita la vida porque sufría depresiones crónicas. Lo que no tiene nombre es un libro de poemas que cura, que muestra cómo una persona se rearma y sale del abismo. Siempre recomendaré ese tipo de libros porque, cuando estás en la cama y no te puedes mover, ayudan mucho. Ahí está mi hermana, que es la persona más fuerte que conozco, a pesar de haber sufrido dos veces esta enfermedad. No hablo de libros de autoayuda, sino de gran Literatura enseñando cómo renacer, sin censurar ni una sola palabra, ni siquiera la de “cáncer”, que a mí todavía me da miedo pronunciar. La Literatura cura y te enseña a vivir. Los epicúreos lo decían: la Literatura te enseña tolerancia y a colocarte en el mundo. El epicureísmo es el equilibrio. No quieras nada demasiado, pero aprovecha todo: de eso se trata. En estos mundos tan acelerados, la Literatura aboga por la lentitud, por mirar hacia los lados, por la paciencia y la tolerancia.
¿Literatura y Medicina van de la mano en ese aspecto?
Piensa en la cantidad de médicos que han sido grandísimos humanistas. Algunos de los mejores filósofos y escritores del siglo XX en España son grandes humanistas médicos, pues es una profesión de personas que están cerca del cuerpo y se permiten el tiempo de observar cuando son buenos; por eso, son grandes lectores. La carrera de Medicina siempre me encantó, pero creo que hay que estar especialmente cualificado para afrontar una situación límite. Lo primero que te dice un médico es: “Cálmate”. Esa es la ética que reivindicamos desde la Literatura y desde la Medicina, la que reivindicamos los humanistas, el elogio de la mansedumbre: intenta evitar la euforia y la intensidad continuas, equilíbrate y piensa.
“Algunos de los mejores filósofos y escritores
del siglo XX son grandes humanistas médicos”
Si además a la Literatura le ponemos música, la terapia sigue ganando enteros. Y entramos de lleno en su proyecto de investigación, Canción de autor en español, tres años en los que la Universidad de Salamanca ha cantado poemas en salas llenas de público.
Tengo que hablar de algo estupendo que ocurre en la Universidad de Salamanca, donde mi compañero Juan Antonio González Iglesias, por ejemplo, lidera un proyecto que se llama Felicidad y Literatura. Lo digo para que se vea lo que se puede hacer con la Literatura en el sentido ético, relacionado con buscar claves de felicidad. Así, porque somos cómplices, también con Emilio de Miguel, el primer director del proyecto y “Alma Máter” del mismo, que hizo un libro fantástico sobre Joaquín Sabina, o con Javier San José, supimos que a todos nos unía la canción de autor, e intentamos difundir lo que significa la unión entre la música, como el arte extremo, porque ni siquiera utiliza la letra, y la literatura. Ha sido apasionante: empezamos nuestras conferencias de siete y media a nueve de la noche y el primer día ya contábamos con 50 personas en el Aula Minor de Filología; ahora estamos acabando el proyecto con la sala llena.
Nadie duda ya de que Sabina es el mejor poeta que se recita de madrugada, pero quién canta a Rubén Darío…
En mi conferencia sobre el tema incluí desde Enrique Bunbury, que encanta a los chicos por su capacidad para musicar los poemas más sexuales de Darío, a una cumbia colombiana para sus poemas más costumbristas, o un autor indie; desde un pianista con su cantante soprano, hasta un rapero o un grupo tecno de Guatemala. Esto es Rubén Darío, que concita la admiración de todas estas músicas.
El proyecto habla de lograr para los alumnos un mejor conocimiento de unos textos especialmente atractivos para la enseñanza de la literatura en el aula, con un claro objetivo pedagógico en la investigación. Desde luego, su proyecto respira e inspira en este sentido, una forma ideal para que se acerquen a los grandes literatos, no sólo a C. Tangana.
Es que llegar a la Literatura a través de Tangana o de Melendi, con versos que pertenecen a Rubén Darío, funciona. Lo primero que escuchan es la música, y luego ya se pueden explicar los universos creados… Yo empiezo mis clases de Modernismo hablando del Bolero de Ravel o El preludio de la siesta de un fauno, de Debussy. Proyecto imágenes de cuadros y les pido que visiten la Casa Lis, que se empapen de esa época, y luego ya entenderán lo que es un centauro en Rubén Darío. Se trata de abrirles los ojos, no de pensar en estudiar el dato que ya está recogido en Wikipedia. La idea es reivindicar el humanismo, y el humanismo tiene que ver con apertura. Desgraciadamente, los profesores estamos en una situación en la que, si no evolucionamos, podemos ser tachados de obsoletos o superfluos, lo que es absolutamente incierto.
¿Por qué los jóvenes no leen? ¿Hay que buscar otras fórmulas para enseñar Literatura?
Hay que llegarles a través de todos los sentidos y recursos, como es el caso del audiovisual. Ahora llegas a la imaginación de un chico hablando de una serie televisiva y explicándole, en muchos casos, que las ideas de la contemporaneidad se encuentran en ella. Es el caso de la literatura de ficción prospectiva, presente en muchos videojuegos o en series como Black Mirror. Yo debo ver textos distópicos para conectar con estudiantes y motivarlos pues, aunque lean menos que antes, son curiosos como nunca. En este sentido, quiero romper una lanza en favor de esta generación, porque la curiosidad es total, no tienen la paciencia para leer quizá una novela de 600 páginas en sus primeros momentos, pero pueden empezar con cuentos y novela corta o visionar una serie durante cinco horas seguidas, lo que te enseña que nada está perdido.
“La Literatura ha vuelto a la Edad Media,
en este buen sentido democratizador del término,
y hoy, en las redes, es cosa de todos”
¿La solución puede estar en la minificción, un género en el que usted es especialista?
Mi primer artículo es del 92 (El micro-relato latinoamericano: cuando la brevedad noquea), cuando nadie hablaba de esto, pero se puso de moda porque es muy útil desde el punto de vista didáctico… Los chicos adoran el sentido del humor, la provocación, la ironía, el lirismo de sus páginas, y saben paladearlo especialmente en cápsulas concentradas. Muchas novelas contemporáneas son cortas y están llenas de hiatos, como asimismo los libros de cuentos están plagados de minificciones. Esto indica que los autores de 30, 40 o 50 años desean atraer a través de epifanías. Por ello, los muchachos adoran el haiku y el aforismo, el meme, el gif, que son en ocasiones minificciones visuales. Debemos ser conscientes de que estamos cambiando mucho. Las cosas no pueden enseñarse como cuando la imprenta era la reina, pues ahora reinan en su vida internet y las redes sociales.
Y como usted dice, la brevedad noquea…
Ellos necesitan la intensidad, los modos oblicuos de expresión, el humor y la ironía, el lirismo y la garra, el doble sentido. Están en un mundo donde la realidad y el simulacro se dan la mano continuamente, tienen esa capacidad del juego muy desarrollada. Y si pueden descubrir lo que hay detrás, tanto mejor: habrán entendido perfectamente qué es literaria.
¿Habrá literatura en los tuits o en los wasap…?
Yo ya dirijo tesis sobre el asunto. Por ejemplo, en una magnífica y reciente, La brevedad inconmensurable: el aforismo hispánico en la época de la retuiteabilidad, Paulo Antonio Gatica Cote se dedica a estudiar los tuits que merecen la pena como literatura. Es el caso de Alberto Chimal o Cristina Rivera Garza, que son autores muy aconsejables; tienen una legión de admiradores y ayudan a que se reconozca la Literatura a todos los niveles. O Ben Clark, que utiliza el twitter y luego muchos de sus versos se convierten en tuiteratura anónima, y él tan feliz. La Literatura ha vuelto a la Edad Media, en este buen sentido democratizador del término, y hoy, en las redes, es cosa de todos.
Hay novelones de 600 páginas que enganchan a la gente, pero que se leen del tirón, con menos dificultad que un buen cuento de Julio Cortázar. ¿Lo bueno, si breve, dos veces bueno?
Yo enseño mucho reivindicando la brevedad, porque desde los años 70 las multinacionales se dieron cuenta de que la Literatura de la mesa de librería, en el sentido más best selleriano, utiliza una fórmula para ganar público lector y vivir de ello. No digo que estos autores sean malos intrínsecamente, ni que estos libros estén mal… Es como leer una revista o literatura de playa, pero el problema es enseñar a discernir lo que quedará y lo que no. La Literatura tiene mucho que ver con incomodarte, sacarte de tu sitio, ponerte en situación.
“Literatura es lo que te hace pensar y cuestionarte,
lo que te crea incomodidad y entusiasmo,
lo que te hace feliz, en el fondo”
Siempre le pregunto el primer día a mis alumnos: “¿Qué es Literatura?”. Y la respuesta es clara: aquella novela, aquel poema, aquel haiku del que recuerdas al menos la primera frase, el que te hizo pensar, meditar sobre tu condición y colocarte ante el mundo. El problema de la literatura de best seller es que tú sabes que estás leyendo lo mismo una y otra vez, como en las series de televisión malas. Las frases que te dejan pillada en la silla y te hacen crecer. Literatura es lo que te hace pensar y cuestionarte, lo que te crea incomodidad y entusiasmo, lo que te hace feliz.
¿Estamos entonces en la época del relato corto? ¿De los universos mínimos? Ese es, precisamente, el nombre del concurso universitario de microrrelatos de la USAL que, bajo su coordinación, recibe cada año más de 700 obras…
A mí me entusiasma este concurso, sobre todo por el hecho de que quienes consiguen el premio pueden ser chicos de Física o de Economía, no sólo de Filología, y los que ganan la parte de imagen tampoco son siempre de Bellas Artes. Lo emocionante es ver hasta qué punto la inteligencia, el entusiasmo, la capacidad creativa y la imaginación se desarrollan en todo el espectro de la Universidad de Salamanca.
En este campo empezó, de hecho, su labor investigadora con Tito Monterroso. ¿Por qué lo breve?
Me encantan la sátira y la ciencia ficción, que te permiten criticar un mundo en el que estamos controlados. Empecé con Monterroso, pero no sabía que iba a estar ahora de tanta actualidad. Un escritor debe ser un gran seductor, y eso lo hace Tito Monterroso como pocos.
Y también desde el principio ha mirado al otro lado del charco: Narrativa Hispanoamericana…
Debería decir “narrativas”, y te diré por qué. Yo quería estudiar Estética, saber de Filosofía, de Música, de Arquitectura, de Poesía… Y aquella carrera, LA CARRERA, estaba en Barcelona, y yo en Sevilla, dando clase a chicos para continuar mis estudios y sin posibilidades económicas. Pero tenía claro que quería hacer una carrera que me permitiera abrir los ojos. Así que el hecho de orientarme a la Literatura Hispanoamericana, que son, en realidad, Literaturas Hispanoamericanas, significó acercarme a autores con todas las tradiciones literarias por detrás: la francesa, la inglesa, la alemana, la rusa… Después de periodo del bibliobús, cuando mi madre me dejó por fin tomar un autobús con 12 años, descubrí la Biblioteca Pública, y aquellos estantes cambiaron toda mi vida. Yo era maniática, elegía la B y a la V a la vez, y así descubrí a un señor que se llamaba Borges y a otro que se llamaba Vargas Llosa, imagínate, con 12 años. No entendí nada de Ficciones de Borges, excepto un cuento que me marcó para siempre: Emma Zunz. Marcó mi vida por lo rico que era su lenguaje, su forma de contar y, ante mi pobre vocabulario, Borges me deslumbró. Las Narrativas Latinoamericanas son estudiar en español todas las tradiciones literarias; son hacer Literatura Comparada y Literatura Universal en español. Y además, los autores de allí son especialmente antisolemnes, y la antisolemnidad siempre me ha gustado.
¿Son más creativos y manejan mejor nuestro idioma?
Bueno, es que son 19 países frente a uno. Yo meto a los españoles en la gran tradición latinoamericana, y me gusta hablar de narrativas en español. Nos parecemos mucho… en todo. Lo mejor es no enfrentarnos, que las editoriales y los mercados distribuyan todos los libros de manera ecuánime, porque también es una injusticia que sólo se distribuyan allá dos o tres autores capitales, como son Javier Marías, Enrique Vila Mata o Antonio Muñoz Molina, y tampoco un mexicano se vea distribuido en Bolivia. Lo ideal es que todos nos hagamos individuos de una comunidad que es la de nuestro idioma, con todos sus giros enriquecedores, y lleguemos a un conocimiento del mundo mayor.
“Después del periodo del bibliobús, cuando mi madre
me dejó por fin tomar un autobús con 12 años,
descubrí la Biblioteca Pública, y aquellos
estantes cambiaron toda mi vida”
Después de Macondo, ¿qué nos queda?
La lección magistral de mi Cátedra fue precisamente sobre eso, Cien años de soledad, 50 años después, y la pensé para reivindicar esta novela, porque durante demasiado tiempo fue vista como castradora por los autores de los años 80 y 90. Quería demostrar que sigue viva en el siglo XXI, porque fue un ejercicio de imaginación total, porque el autor que la pensó era un gran pensador y un autor –como todos los del boom– profundamente carismático. En definitiva, García Márquez sigue siendo un gran clásico latinoamericano, y se lo recupera en el siglo XXI. Y es un placer hacerlo por la novedad que supone para los estudiantes, que han visto en el instituto al Cid, pero pocas veces Cien años de soledad.
Parece que estos países vivan siempre tiempos convulsos; siguen con guerrillas, con dictaduras encubiertas, con corralitos, con mucha emigración, desigualdad social… ¿La convulsión confiere mayor creatividad?
Las revoluciones inconclusas que sufrieron muchos países latinoamericanos les han hecho sufrir situaciones límite en muchos casos. Sí, la Literatura ha tenido allá, como también en España, algo de catarsis. Yo estoy en un grupo de investigación, Narrativas de Resiliencia, de la Universidad de Salamanca y a cargo de mi compañera Ana Fraile Marcos, donde se habla de Canadá, también una sociedad con comunidades y razas marginadas. Así, tratamos de la resiliencia para hablar de la condición de los colectivos que se inclinan inverosímilmente, como el bambú, para volver a su condición original. Es extraordinario observar este hecho en la literatura, una de las ramas estéticas más comprometidas con la plasmación de un tiempo por emplear la palabra.
Literatura que cura, otra vez, de forma individual, pero también colectiva y social…
También porque denuncia, porque saca a la luz algo que permanece oculto. Mira cómo Bob Woodward titula el libro que acaba de salir sobre el Gobierno de Trump, Miedo: Trump en la Casa Blanca, que puede provocar la caída de presidente de EEUU. La Literatura es un instrumento político de primera línea. Ver dónde está el mal y sacarlo a la luz, como la enfermedad que se diagnostica, se limpia y, si acaso queda la cicatriz, también cura, y esa es la tarea de la resiliencia, fomentar actitudes políticas y éticas en respuesta a un mundo que no funciona.
Quizás la falta de ética sea una de las enfermedades del siglo XXI. ¿Qué otras destacaría?
La peor es el estrés, que conlleva neurosis, y la neurosis, paranoia, y que luego se manifiesta físicamente. Si no miras hacia los lados, sino te demoras, si no paladeas la vida y el instante, si no te das cuenta de que el tiempo no te puede dominar a ti, terminas enfermando, y así estamos, todos neuróticos, mirando continuamente el último mensaje, agotados y agostados, si me permites el juego de palabras. Por eso la Literatura ayuda a comunicarte con el otro. Retomo el tema de las fake news en este sentido; las noticias se están polarizando, y ya se sabe cómo piensas tú, seguramente a qué partido votas, o que no votas, qué compras, cuál es tu espectro, y se hacen estudios para mandarte las noticias que te interesan.
“La peor enfermedad del siglo XXI es el estrés,
que conlleva neurosis, y la neurosis, paranoia; de ahí a la desconfianza que impide la comunicación con el otro”
La fragmentación y polarización es lo más preocupante de nuestra sociedad, que nos convierte en individuos incapaces de comprender al otro. ¿Cómo se logra comprender al diferente? Leyendo y conociendo. Si yo pienso que un sudaca –expresión odiosa entre las que existan, y sé de lo que hablo– es una persona ignorante y no lo aprecio acuñando un término peyorativo, no aceptaré que alguien me pase un libro y me diga: “Toma, lee: se trata de un libro escrito por un sudaca; un mexicano como el gran pensador José Emilio Pacheco, que te puede dar lecciones a cada instante de tu vida”.
Educación, en definitiva.
Enseñar Platón en Palestina, del filósofo Carlos Fraenkel, es un ejemplo de lo que quiero decir. Si saliéramos de la caverna y aceptáramos, platónicamente, que la verdad está proyectada fuera, este conflicto desaparecería. Hay que dejarse de idioteces y de quitar Filosofía o disminuir las horas de Música de las escuelas, lo más aberrante que se ha perpetrado en las últimas reformas educativas. Desde mi punto de vista, es tan aberrante como eliminar Lengua o Matemáticas, una asignatura esta última que siempre me gustó especialmente, por cierto.
Acabemos con un libro recetado para levantarnos mañana con menos estrés…
Estamos en la Universidad de Salamanca, por lo que recomiendo el poemario de mi admirado amigo y compañero de despacho, Juan Antonio González Iglesias. En efecto, Confiado, publicado en la editorial Visor, te enseña a vivir. A pesar de que todo nos agreda, de que no damos abasto a las urgencias y peticiones en nuestra vida diaria, cada uno de esos poemas te enseña a confiar, a reivindicar el ocio, a que olvidemos la ética del éxito y el consumo. Es un libro hermoso desde todos los puntos de vista. También aconsejaría La utilidad de lo inútil, de Nuccio Ordine, para que los chicos que quieran estudiar letras y hayan sido calificados despreciativamente alguna vez como “letrasados” –es como nos llamaban en mi época de estudiante–, sepan que no deben albergar prejuicios contra su vocación. Cantemos a la vida Contra la desolación, que es lo que importa, y mil gracias por ofrecerme la oportunidad de hablar de “lo que importa”.
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