Llevamos muchos años viendo cómo comienzan privatizando servicios como las lavanderías, los archivos de documentación clínica, la limpieza, continúan con las cocinas, el mantenimiento de los hospitales… Siguen con los servicios de diagnóstico y laboratorios y terminan haciendo “concesiones” a empresas privadas para la gestión de hospitales completos. Todo pagado con dinero público y encarecido su coste por el beneficio empresarial de las empresas que consiguen la concesión, que además, reducen personal y utilizan los materiales más económicos para obtener un mayor beneficio, disminuyendo la calidad del servicio que prestan.
Cuando la gestión de los hospitales públicos la realizan equipos que no creen en la Sanidad pública, los caballos de Troya, su estrategia se centra en la descapitalización y en el deterioro progresivo. Reducción de las inversiones, justificada por una crisis económica que nunca termina de pasar, con plantillas escasas que dejan agotados a los profesionales y que generan unas listas de espera desesperantes para los usuarios, que perciben cómo el sistema se derrumba. Al mismo tiempo, puesto que tenemos la justificación de las listas de espera, derivan a la Sanidad privada a los pacientes para ser operados con conciertos que suponen una sangría de millones de euros para las arcas públicas y para nuestros hospitales.
Este es el dibujo real de lo que está pasando. Sus consecuencias las vemos a diario. Colapso de las Urgencias con horas interminables para atenderte; escasez de camas en los hospitales -por cierto, a medida que disminuye el número de camas públicas, aumentan las camas de hospitales privados, a la vista del negocio que se vislumbra-; mal mantenimiento de los hospitales, que cuando no se inundan se desploman los techos; comidas de baja calidad por la implantación de las cocinas de línea fría, que ganan adeptos frente a la cocina tradicional, y una lista innumerable de cuestiones que quien me está leyendo conoce perfectamente si ha tenido que utilizar el Sistema Nacional de Salud.
La respuesta de los ciudadanos y ciudadanas de este país no se debe retrasar. Las grandes corporaciones dedicadas a la Sanidad privada ya han creado su lobby de presión para hacerse con su nuevo gran negocio: nuestra salud. Tenemos que revertir las privatizaciones e impedir que destruyan nuestra Sanidad. El ejemplo de Salamanca y otras ciudades movilizándose en una gran Marea Blanca debe extenderse por todo el territorio. Nuestra Sanidad la defendemos todos y todas. Salamanca no se rinde.
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