Estoy en casa de Antonio; he venido a visitarlo tras su alta por una estancia de seis días en el hospital. Antonio tiene 88 años y, además de los años, varias enfermedades que le limitan la actividad y le obligan a tomar muchas medicinas; es lo que hemos denominado, en ese empeño por clasificar a los pacientes, como “paciente pluripatológico”.
¿Cuál es el motivo por el que le veo tan decidido a no volver a ingresar? No es porque no haya mejorado y la causa por la que ingresó no se haya resuelto y se encuentre mucho mejor de salud, es porque se siente maltratado por las personas que le han atendido en lo que él considera más importante: su dignidad.
Y la realidad es que, efectivamente, cuando una persona ingresa en un centro hospitalario parece que pierde sus derechos. Desde que entra por Urgencias y se le despoja de su ropa y sus pertenencias, pasa a ser tratado como alguien sin derechos y, especialmente, sin derecho a la intimidad. Sin embargo, el derecho al respeto de la intimidad corporal está claramente legislado y Castilla y León, en la Ley sobre Derechos y Deberes de las Personas en relación con la Salud; lo recoge como tal en su Artículo 13: Respeto a la intimidad del cuerpo.
Antonio me cuenta que desde el principio le colocaron un absorbente para la orina, cuando él no tiene incontinencia de esfínteres; que cuando, ya estando mejor, intentó levantarse para ir al servicio recibió una regañina que no entendió; que cuando solicitó que el yogur de postre fuera natural se le indicó que allí no se venía a elegir el menú; que a diario pasaban varios sanitarios que se acercaban a él y que no se le informaba de su evolución… Y él me dice: “Yo estaba enfermo, pero no estaba tonto”.
En este sentido, esta misma Ley, en su artículo 4, legisla: “Las actuaciones del Sistema de Salud de Castilla y León se orientarán a la humanización de la asistencia, a ofrecer una atención individual y personalizada y a promover la comodidad, el bienestar físico y psíquico, la comprensión y el trato adecuado del paciente y de sus familiares o personas vinculadas“.
No es la primera vez que como médica escucho esta queja de pacientes y familiares. No tienen duda de que la asistencia sanitaria es correcta, que es la mejor, pero su satisfacción con la atención no es tan alta. ¿Qué nos está pasando a las personas que trabajamos en Sanidad para que hayamos perdido ese punto de humanidad y buen trato?
Este tema da para otro artículo.
A Antonio le digo: “Lo importante es que ahora estás mejor, intentaremos que no tengas que ingresar, pero ya sabes que, por mi parte, siempre tendrás toda la información y que respetaré tu decisión“.
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