Es con mezcla de tristeza, incredulidad, un toque de desesperación y gran carcajada que escribo estas líneas. En primera persona. A pesar de todas nuestras buenas intenciones de educar a nuestros hijos en la apreciación y la valoración del cuidado invisible, tengo que aceptar la derrota. Cinco minutos de preguntas y respuestas con mi pequeña, que dentro de poco cumplirá 6 años, demuestran lo poco que hemos conseguido avanzar.
Ahí viene. La pequeña princesa portando una varita mágica de hada, al tiempo que nos hace saber que hemos sido silenciados (su padre y yo) por la magia de su varita, y que las únicas palabras que habremos de pronunciar serán aquellas que den respuesta a una pregunta muy importante que va a plantearnos.
Ha llegado hasta la puerta de lo que mi esposo llama con algo de retintín “tu despacho” y que yo describo como mi caos, junto con el de todos los demás (incluyendo el suyo), un despacho construido en el interior de nuestro salón, tan sólo separado por grandes puertas correderas de cristal al ácido que, al cerrarse, se abren hacia el mismo.
Según él se acerca para salir a recoger a nuestro hijo mediano de su entrenamiento de rugby, Carmen interrumpe sin contemplaciones nuestra conversación, nos silencia con su varita y procede a plantear su gran pregunta, no sin antes dejarnos claro que únicamente podremos responder si levantamos la mano y que se respetarán estrictamente los turnos de respuesta.
“¿Quién trabaja más de los dos?”, pregunta.
Tras un breve momento de sentirme sin palabras (y bastante sorprendida por la pregunta), levanto mi mano vigorosamente para emitir, no respuestas, sino varias preguntas que han comenzado a agolparse. “Necesito comprender qué entiendes tú por trabajo”, digo.
Como no parece que Carmen vaya a dar una respuesta, continúo levantando mi mano (son las reglas) para plantear una pregunta tras otra:
– ¿Llevar niños al colegio es trabajo?
– No, no lo es.
– ¿Hacer la compra para la familia es trabajo?
– No, eso tampoco.
– ¿Hacer los deberes con tus hermanos es trabajo?
– Sólo si tú les haces los ejercicios.
– ¿Tener todos los materiales y libros necesarios para ir al cole es trabajo?
– No, no lo es.
– ¿Y duchar a Carmen es trabajo?
– ¡No!
La sesión de preguntas con respuesta más o menos monótona duró unos minutos. Mi esposo también aportó a las buenas preguntas. Todos acabamos riéndonos… aunque hasta cierto punto. Nos había sorprendido la pregunta y sospecho que también algunas respuestas nos dejaron atónitos y pensativos.
Llegados a este punto, quizá sea útil aportar algo de información. Todo el trabajo que he de realizar cuando no estoy en cliente lo realizo en casa. Mi esposo trabaja para una organización extranjera y viaja parte del tiempo. Cuando ambos estamos en casa, las tareas de cuidar nos las repartimos de forma bastante equitativa.
Sabemos lo invisible que resulta, lo completamente desapercibido que pasa gran parte del trabajo asociado a cuidar, y hacemos un esfuerzo consciente por visibilizarlo tanto como podemos. A pesar de todo, y pese a nuestras mejores intenciones y al trabajo consciente en esa dirección, hemos podido comprobar que continúa siendo bastante invisible (y todo lo que esto conlleva: no reconocido, no valorado, no apreciado…).
Durante la mañana siguiente a este episodio, reflexionando sobre el mismo, me dediqué a buscar una definición alternativa para trabajo. Creo que mi nueva versión resume cómo siento yo qué es trabajo, especialmente cuando para nosotros no está necesariamente asociado a un lugar al que hay que ir. De momento (evolucionará, no hay duda), para mí trabajo es ese tiempo sobre el que carecemos de libertad para decidir a qué dedicarlo.
No tiene que ver con acudir a un lugar fuera de casa a horas definidas (o no tanto), ni con una remuneración mejor o peor… sino con la libertad que tenemos de ejercer nuestra voluntad sobre el tiempo disponible.
Quizá ésta nueva y personal definición pueda ayudarnos (al menos en mi casa) a apreciar la mano invisible que realmente hace que el mundo funcione. La mano que cuida.
Feliz semana.
*Catalizando el desarrollo integral de personas y organizaciones
Recordamos que SALUD A DIARIO es un medio de comunicación que difunde información de carácter general relacionada con distintos ámbitos sociosanitarios, por lo que NO RESPONDEMOS a consultas concretas sobre casos médicos o asistenciales particulares. Las noticias que publicamos no sustituyen a la información, el diagnóstico y/o tratamiento o a las recomendaciones QUE DEBE FACILITAR UN PROFESIONAL SANITARIO ante una situación asistencial determinada.
SALUD A DIARIO se reserva el derecho de no publicar o de suprimir todos aquellos comentarios contrarios a las leyes españolas o que resulten injuriantes, así como los que vulneren el respeto a la dignidad de la persona o sean discriminatorios. No se publicarán datos de contacto privados ni serán aprobados comentarios que contengan 'spam', mensajes publicitarios o enlaces incluidos por el autor con intención comercial.
En cualquier caso, SALUD A DIARIO no se hace responsable de las opiniones vertidas por los usuarios a través de los canales de participación establecidos, y se reserva el derecho de eliminar sin previo aviso cualquier contenido generado en los espacios de participación que considere fuera de tema o inapropiados para su publicación.
* Campos obligatorios