Las personas migrantes que viven con demencia tienen más probabilidades de presentar agitación y agresividad en comparación con pacientes no inmigrantes, según un estudio realizado por la Universidad australiana Edith Cowan (ECU) en colaboración con el Centro de Demencia HammondCare.
Los investigadores observaron que los comportamientos y los síntomas psicológicos asociados a la demencia (BPSD, por sus siglas en inglés), como la agitación y la agresividad, son comunes; sin embargo, su presentación puede verse influida por los antecedentes culturales de la persona.
Un estudio investigó las diferencias en las características clínicas y demográficas y el BPSD entre migrantes y no migrantes que viven con demencia en residencias residenciales para personas mayores y que fueron remitidos a los programas Dementia Support Australia (DSA). El estudio encontró que los migrantes tenían más probabilidades de presentar agitación o agresión, mientras que los no migrantes tenían más probabilidades de presentar alucinaciones y delirios.
Los BPSD eran comunes entre los grupos, y las barreras lingüísticas y las consideraciones culturales se observaban con frecuencia en los migrantes, lo que se sumaba a los factores que contribuían a esta patología.
Cifras de la demencia en migrantes en Australia
El estudio se ha llevado a cabo en Australia, donde “más de 400.000 personas viven con demencia, una cifra que se prevé se duplicará para 2058. Al menos el 54% de las personas que viven en residencias de ancianos entre 2019 y 2020 tuvieron un diagnóstico de demencia”, ha explicado el investigador principal, Pelden Chejor.
“Más del 31% de los residentes de cuidados para personas mayores también nacieron en el extranjero, y el 9,2% de las personas que utilizaban cuidados para personas mayores preferían un idioma distinto del inglés. Entre 2019 y 2020, el 21% de las personas que vivían con demencia en las residencias eran migrantes de países que no hablaban inglés. Estudios internacionales han informado que experimentan una mayor prevalencia de demencia debido a diferentes experiencias de vida, incluidas aquellas relacionadas con traumas, baja alfabetización y estatus socioeconómico”.
Chejor y sus colegas notaron que la soledad, el aburrimiento, las barreras del idioma y las consideraciones culturales contribuyeron significativamente al BPSD para los migrantes que no hablan inglés en comparación con los no migrantes, siendo las mayores diferencias significativas las barreras del idioma y las consideraciones culturales. No hubo diferencias en la prevalencia de los factores contribuyentes entre migrantes de habla inglesa y no migrantes.
Más agresividad, menos delirios
“Nuestros hallazgos indicaron una tasa significativamente menor de alucinaciones entre los migrantes y los migrantes que no hablan inglés en comparación con los no migrantes. Además, los que no hablaban inglés tenían significativamente menos delirios y desinhibición que los no migrantes“.
“La mayor gravedad de la agitación o agresión“, añade, “probablemente se deba a dificultades de comunicación, ya que no hubo diferencias entre los migrantes de habla inglesa. El deterioro cognitivo puede afectar tanto la capacidad de expresar como de comprender el lenguaje hablado, y las personas que viven con demencia que tienen el inglés como idioma adicional pueden perder su capacidad de comunicarse en inglés y posteriormente utilizar su primer idioma como el medio principal de comunicación”, añade Chejor.
“Nuestro estudio exige una mayor conciencia y educación sobre el impacto de la cultura y el idioma en las personas que reciben atención residencial y exhiben BPSD. Las investigaciones futuras deberían explorar factores relacionados, como la duración de la estadía en Australia y el dominio del idioma inglés, para aprender más sobre las presentaciones de BPSD para diferentes grupos de migrantes. Al hacerlo, podremos controlar mejor estos síntomas”.
La directora de Dementia Support Australia, Marie Alford, ha agregado que el estudio refuerza la importancia de comprender a la persona que vive con demencia, incluidos sus antecedentes culturales y experiencias, gustos, aversiones y rutinas al responder al BPSD.
“Es esencial comunicarse eficazmente con la persona que vive con demencia y tomarse el tiempo para conocerla, incluido su idioma y su cultura”, expresa Alford. “En muchos casos esto puede significar responder con apoyo sin necesidad de una intervención farmacológica”.
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