Te encuentras apático y desmotivado, sin energía y presa del agotamiento físico y mental. Presentas síntomas comunes a la astenia primaveral y la depresión y, pasados los primeros días, comienzas a agobiarte. Esta pauta de comportamiento es bastante frecuente en el cambio estacional mediante el que abandonamos el invierno para introducirnos en la primavera.
La coincidencia de los síntomas sólo debe preocuparnos si pasan varias semanas sin que el decaimiento nos abandone. En este punto, debemos acudir a un profesional para confirmar o descartar el estado depresivo.
Mientras que la astenia primaveral es producto de la adaptación de nuestro organismo a los cambios de luz propios de la estación, la depresión es un cuadro clínico que puede ser grave y que tiene diversos orígenes, incluida la predisposición genética. Así, es cuestión de días que nos adaptemos a las jornadas más largas y a la subida de temperatura y podemos hacerlo sin ayuda médica. Sin embargo, la depresión requiere ayuda profesional, bien del psicólogo o del psiquiatra, dependiendo de la necesidad de tratamiento psicofarmacológico y de las terapias necesarias.
Estos días, por lo tanto, es normal la apatía y también que continúes fatigado aunque hayas descansado las horas suficientes. El tiempo de exposición al sol, nuestra fuente principal de energía, influye directamente en la liberación de ciertos neurotransmisores, la serotonina y la melatonina, que se relacionan con el sueño y los ritmos biológicos. También influyen en tu estado de ánimo la presencia de alergias primaverales, sobre todo si vives en ciudades con altos índices de contaminación.
Los niveles de polen y los cambios climatológicos se están viendo afectados, precisamente, este 2018, por la interminable afluencia de borrascas en nuestro país, o lo que es lo mismo, por un clima invernal, con bajas temperatura y precipitaciones. Estas anomalías del tiempo incrementan, según la experta, las posibilidades de padecer astenia, puesto que dificultan y retrasan la adaptación al cambio de estación.
No obstante, nunca nos llevará más de dos o tres semanas poner en hora nuestro reloj biológico. Si además de encontrarnos fatigados y abúlicos durante más tiempo, padecemos algunos de estos síntomas, cuidado, podemos estar deprimidos:
– Dificultad en la conciliación y mantenimiento del sueño.
– Pérdida o aumento de apetito, con una pérdida o aumento significativo del peso.
– Desgana a la hora de realizar deporte y/o salir con nuestros amigos.
– Pensamientos negativos recurrentes.
– Mayor predisposición al llanto.
– Tener pensamientos suicidas.
En este caso, es fundamental ponerse en manos de especialistas lo antes posible y no automedicarse, ni siquiera para luchar contra el insomnio temporal. La rutina de sueño puede regularse con ayuda de manera natural, siguiendo unas pautas de ajuste y regulación. Para tomar somníferos debemos pasar primero, siempre, por el despacho del especialista.
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