Algunas y algunos que están ahora en el poder dicen que si gana Podemos se acabará la democracia, al menos tal y como la conocemos ahora. También dicen que Podemos da miedo. ¿Qué entienden ellos por democracia? ¿Quizás algo similar al turnismo entre liberales y conservadores de la Restauración borbónica?
Porque eso es lo que es el bipartidismo. Un sistema en el que dos partidos, uno de izquierdas y otro de derechas, se turnan en el poder y se reparten impunemente el fruto del trabajo de toda la nación. Igual que hace un siglo. Muchos trabajan -si es que pueden- mientras que unos pocos se reparten los beneficios y cuentan… “sixmil, setmil, huitmil… dos millons de pelas“.
La cuestión que absorbe su atención es cómo esquilar al rebaño. Antes –porque la costumbre es antigua– grababan la sal, imprescindible para conservar alimentos, y también el pan. Hasta que estalló la cólera por la injusticia en una revolución con guillotina, y después otra revolución, y otra, y otra más. Ahora hay otros que le quieren subir al pan el IVA.
Resulta llamativo ver que las situaciones de desigualdad en el reparto de la riqueza conducen siempre a conflictos bélicos sangrientos. España tuvo el suyo en la década de los 30, verdadero cataclismo social resultado de las políticas de desigualdad del turnismo. ¡Eso es lo que da miedo! Mucho miedo. Más recientemente encontraron un auténtico filón, la vivienda, que aunque está reconocida como un derecho inalienable de todo ser humano en la Declaración Universal de 1948 (art. 25), fue ignorada como tal por el Estado que intervino en provecho de unos pocos.
Legislaron a favor de los empresarios y de los banqueros, favorecieron la especulación, incentivaron la compra con alquileres altos y desgravaciones fiscales y penalizaron a los que no querían entrar por el aro, las chabolas eran delito. Compras piso sí o sí y, al comprar, hipotecas tu vida. Muchos, ahora, cohabitan con el miedo, porque ya no tienen ni trabajo, ni techo, ni vida. Y dormir en las calles de Madrid también va a ser delito, porque no es estético, dicen algunas.
La burbuja estalló, ¡claro! Tarde o temprano las burbujas estallan, los filones se acaban. Necesitan otro mecanismo para esquilar al rebaño. Uno prometedor es la Sanidad. Un moderno, complejo y sofisticado sistema sanitario está ya montado a nivel nacional, todo con dinero público, solo necesitan privatizarlo. Si es que se lo consentimos, porque si ocurriera, retrocederíamos más de medio siglo en el tiempo, y los médicos volverían a decir: “Demasiado tarde… ¿Por qué no vino usted antes?”.
Pero la Sanidad es una línea roja.
Vendieron la flor y nata de la industria pública española: electricidad, gas y petróleo, siderurgia, aeronáutica, telecomunicaciones, transporte terrestre, aéreo y marítimo… y lo presentaron como el milagro económico del PP. Pero cuando tocan la Sanidad, la gente sale y sale, y vuelve a salir a las calles, manifestando su desacuerdo, luchando por la vida, haciendo valer el derecho a decidir sobre su futuro. Porque en una democracia, el pueblo es el que ejerce la soberanía.
Eso es democracia.
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