Identificando la dependencia emocional
Resulta impactante, pero el dependiente emocional se comporta de forma muy parecida al dependiente al alcohol o las drogas. Podemos decir que son personas adictas pero, en vez de a una sustancia o a algo material, lo son a las personas.
Para que podamos entender primero cómo es una persona dependiente podríamos centrarnos en los criterios diagnósticos que definen a una persona adicta a una sustancia y podremos ver que, efectivamente, sienten las mismas necesidades.
El Manual Diagnóstico y Estadístico de las Enfermedades Mentales, de referencia en el ámbito psicológico profesional (conocido como DSM-V), define a las personas dependientes como aquellas que sienten “necesidad constante de estar al lado de alguien”, ya sea pareja, familia, amigo, etc.
Generalmente, las personas dependientes lo son de su núcleo familiar (padres o hermanos) y posteriormente, si no se ha resuelto el problema con el paso del tiempo, lo serán en el futuro de parejas con las que estén y compartan su tiempo.
Las personas dependientes, además, tienen un síndrome similar al de abstinencia. Cuando no están al lado de las personas de las que son dependientes, se sienten completamente vacías o solas. Necesitan la presencia del otro para aliviar su síndrome de abstinencia.
Por lo general, la dependencia emocional de retroalimenta, y esto hace que con el tiempo no deje de aumentar la necesidad de estar al lado de esa otra persona de la que se depende. Cada vez se necesita más tiempo para sentirse mejor.
En ocasiones, la persona dependiente realiza importantes esfuerzos por controlarse (ya sea consumo de una sustancia o la dependencia emocional hacia otro). El dependiente puede ser consciente de que no le hace bien, pero sus intentos suelen ser infructuosos y no le conducen a ninguna parte. Por tanto, la persona dependiente sabe que tiene que separarse emocionalmente del otro, pero no consigue lograrlo y le resulta muy difícil hacerlo.
Las personas dependientes dedican mucho tiempo a pensar, planificar, organizar toda su vida en torno al otro, porque sin la otra persona no podrían hacerlo.
Y lo más importante de todo es que dejan de lado otras facetas de su vida, como su intimidad, tiempo libre, su espacio personal, acabando por desarrollar comúnmente problemas mayores de índole psicológico, como depresión, inseguridad, baja autoestima y ansiedad, entre otros.
¿Hay cada vez más dependientes emocionales?
Igual que otras adicciones, como el alcohol, las drogas o el juego patológico, la dependencia emocional siempre ha existido. Mientras que, por el contrario, lo que sí están es apareciendo nuevas adicciones, como la de las nuevas tecnologías y redes sociales, que empieza a preocupar a los expertos por su rápida extensión por toda la población.
No hay estudios que demuestren en cifras si somos más dependientes emocionalmente ahora que lo éramos antes, en la época de nuestros abuelos. Pero, como vemos, lo que sí hay es cada vez más diferentes tipos de adicciones en las que poder caer, debido al desarrollo de la sociedad.
Podemos decir que la dependencia emocional viene derivada en muchos casos del tipo de personalidad que tengamos (bien aprendida en la infancia de lo que veíamos en nuestro entorno o bien heredada de nuestros progenitores), viene derivada en personas más inseguras, sobreprotegidas en el hogar de sus padres, a la que todo se lo hacían, que no permitían que se hiciera daño, se cayera al suelo, lo pasara mal, etc.
Cuando se ha transmitido desde la infancia a los niños que sin otros mayores no pueden vivir o las cosas no les van a salir bien, probablemente durante la adolescencia o su madurez surjan problemas de dependencia emocional.
Si hablamos de padres sobreprotectores con hijos dependientes nos encontraremos un modelo de padres que tienen conductas similares a las siguientes: tratan de que no les falte nada a sus hijos, de que tengan todo lo que necesitan en el momento, dándoles explicaciones a todo lo que les pasa, siendo amigos de su hijo en vez de padre o madre, hacerle cosas como la cama y el desayuno, no dejarle que sufra mucho y no se agobie con responsabilidades, intentando hacerle, en definitiva, la vida más fácil, etc. Y todo esto, por el contrario, no solo se la dificulta, sino que le impide al joven tener relaciones futuras sanas.
No cabe la menor duda de que los padres o parejas que conviven con personas dependientes no lo hacen malintencionadamente, sino con ánimo de proteger y ayudar, pero como vemos la sobreprotección acaba derivando en unas consecuencias totalmente opuestas.
En general, una relación sana no es más que la elección de elegir estar con alguien porque nos apetece, nos aporta bienestar y, sobre todo, lo elegimos, pero no porque lo necesitemos. Porque no olvidemos que las personas no necesitamos la existencia de ninguna otra persona para vivir.
No somos seres imprescindibles ni necesarios, si mañana no estamos aquí, el mundo no se para y todo continúa. Por supuesto, preferimos relacionarnos y vivir con determinadas personas, para estar más cómodos, felices y compartir afinidades, pero no hay que confundir eso con depender y necesitar.
En definitiva, no confundamos amor con dependencia, pues nada tiene que ver. Amar de forma sana significa ser libre, elegir estar con alguien, dar, recibir y disfrutar con su compañía, pero igualmente seguir disfrutando también en solitario incluso con otras personas a otros niveles.
Depender es todo lo opuesto, y por tanto, nada tiene que ver.
* Yolanda Pérez es psicóloga y directora del centro Eclipse Soluciones. Puedes contactarla también en Siquia.
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