Juliana se sorprende al entrar en la consulta y toparse directamente con la mesa y con la doctora parapetada detrás de ella: “¿Dónde están las sillas para que los pacientes podamos sentarnos?”.
Afortunadamente, esta situación no se ha dado todavía, pero la doctora recuerda que cuando ella estudiaba Medicina, a mediados de los años 70, en muchos de los ambulatorios no había sillas para los pacientes y las camillas se encontraban llenas de libros y otros cachivaches para justificar la velocidad con la que las personas debían ser atendidas.
Recuerda a uno de sus profesores de la Facultad de Medicina, un gran profesional del Servicio de Medicina Interna del hospital en el que estudiaba, que compatibilizaba su adjuntía en este servicio con una plaza de médico de ambulatorio por la tarde; comentaba: “Yo no veo pacientes, los pacientes me ven a mí”, haciendo referencia al volumen de personas que atendía en dos horas y media.
Esos tiempos parecen lejanos. Desde que, en 1978, se reconociera la especialidad de Medicina Familiar y Comunitaria y su formación a través del sistema de Médicos Internos Residentes para potenciar la Atención Primaria y mejorar la eficiencia de todo el sistema, el desarrollo de la misma ha sido uno de los grandes valores de nuestra organización.
La Atención Primaria ha pasado de ser un lugar en el que se resolvían algunos problemas banales y el resto de los pacientes eran derivados al segundo nivel, a ser el nivel asistencial en el que se resuelven hasta el 90% de los problemas de salud. La Atención Primaria tiene un papel fundamental en la atención y seguimiento de pacientes con patologías crónicas y ancianos frágiles, además de ser el lugar en el que se desarrollan las actividades de prevención de la enfermedad y promoción de la salud.
Sin embargo, en los últimos años estamos ante una realidad dramática de reducción de financiación y de disminución constante de recursos humanos que, unida a una mala política de personal, con una oferta de contratos precarios, ha llevado a muchas y muchos de nuestros jóvenes especialistas en Medicina Familiar y Comunitaria a abandonar nuestra Comunidad. La figura de los sanitarios de Área ha generado que poco a poco vaya desapareciendo, especialmente en el medio rural, el médico, médica, enfermera o enfermero de equipo de Atención Primaria para priorizar la atención a las urgencias.
Las figuras del médico o enfermera de equipo, de los que depende directamente un número de personas, permite que se realice una asistencia integral de la persona, tanto si se encuentra enferma como si presenta factores de riesgo para enfermar, además de contemplar el contexto familiar y social que lo acompaña, y es desde este nivel desde el que se puede intervenir sobre la comunidad con medidas preventivas y promoción de la salud.
Nuestra Comunidad está padeciendo una situación insostenible. La mala gestión con la pérdida de médicos de Familia ha llegado a que ni siquiera se puedan cubrir las ausencias por jubilaciones, enfermedades o vacaciones. Ello está obligando a tener que acumular consultas, es decir, a atender en una mañana a los pacientes del propio cupo y a los del compañero o compañera ausente, con la multiplicación de personas atendidas y con la aparición de listas de espera, que se traduce en el aumento de personas que deben ser atendidas de manera urgente, y produciendo mayor retraso en el acceso a la consulta.
Todo este escenario tiene graves consecuencias, tanto sobre los profesionales, que terminan la jornada agotados e insatisfechos, como sobre los pacientes que, en ocasiones, pueden no ser atendidos con todo el rigor que se merecen. Provoca, como han demostrado los estudios, un riesgo en la seguridad asistencial, disminución en la calidad y aumento de gasto en recursos, como la solicitud de pruebas complementarias innecesarias.
De momento, en la consulta de la doctora se mantienen las sillas y la camilla está dispuesta para explorar al paciente, de la misma manera que en la casi totalidad de las consultas médicas de Atención Primaria, pero el temor a que los pacientes tengan que volver a coger número, como en los comercios, para ser atendidos, o que las gargantas se exploren a través de la mesa es algo que se le aparece como una pesadilla demasiado real.
Y sabe que la única manera de que esta situación no vuelva a darse es con una ciudadanía activa que exija una Sanidad pública de calidad, y con una Atención Primaria fuerte, con las inversiones suficientes, y con una política de personal que garantice que el día de mañana podamos asegurar lo que ahora ya parece una quimera: “10 minutos, qué menos”, para cada paciente.
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