Imagino que muchas de las personas que me leen estarán aún digiriendo la acidez de los sucesivos debates electorales. Porque, como ya sabrán, estamos en período electoral y en pocos días elegiremos un presidente del Gobierno para los próximos cuatro años. Por decirlo de otra manera, «nada nuevo bajo el sol». En todos los sentidos.
Porque, más allá de las preferencias ideológicas de cada cual; sin tener en cuenta que este tipo de puestas en escena, a la par que bochornosas suelen ser inútiles para decantar el sentido de un voto en una u otra dirección, sí que son válidas para adquirir una perspectiva clara de las prioridades de los distintos candidatos y sus respectivos partidos.
Y, como pasa de manera sistemática desde que este país vive en democracia, a las personas con discapacidad prácticamente ni se las menciona. ¿Estamos en los programas electorales? Por supuesto. De adorno. Pero ¿saben una cosa? los extraterrestres también tenemos derechos y uno de ellos es el del voto. Y muchos estamos un poco hartos del ninguneo, del paternalismo, de las medidas prometidas y nunca hechas efectivas, de la palmadita en la espalda, del «tranquilo, que esto lo arreglamos a partir de mañana» y luego, si te he visto no me acuerdo.
Ya lo he expresado más veces, en otros artículos y columnas a lo largo de los años: a pesar de que en muchos casos «damos el cante» por la calle y atraemos miradas y cuchicheos, las personas con discapacidad somos invisibles. Molestamos, afeamos la estupenda imagen idílica construida en las mentes de políticos, asesores y especialistas. Pero no podemos desaparecer del mapa, señores candidatos. Somos ciudadanos y ciudadanas con los mismos derechos que los demás. Lo que ocurre es que para acceder a ellos, en ocasiones, tenemos que encontrar facilidades en la administración pública, voluntad política, presupuesto y un mucho de empatía y conocimiento cercano de la realidad. No mejorarán las cosas, leyendo un informe y actuando en consecuencia. Hablen con las personas con discapacidad, bajen a la calle de una maldita vez.
Mucha gente cree que exagero, me afea lo agrio y me recuerda que «estamos mucho mejor que hace…». Por supuesto que estamos mejor, sólo faltaba. El objetivo de cualquier sociedad avanzada es la mejora permanente, el bienestar máximo para el máximo número de personas. En el caso de los extraterrestres, de las personas con discapacidad, el bienestar está lejos aún. Porque ni la vida digna ni la integración real es posible en muchísimos casos.
No lo es, porque no ocupamos el centro de las estrategias políticas. Porque en una campaña centrada en confrontaciones, griteríos, lazos y banderas, no se ha hablado ni un minuto en los grandes medios —qué decir de los debates— de la desigualdad desde la perspectiva de quienes somos diferentes sin pedirlo, a pesar de que aspiramos a ser vistos y considerados como iguales. No será posible avanzar en el ámbito de la igualdad y la integración si se considera como la única —y la última— victoria el derecho al voto de 100.000 discapacitados intelectuales.
Hay que hacer más, muchísimo más. Hay que hablar de accesibilidad. Y no sólo de los malditos bordillos y las rampas, no me toquen las narices. También de la accesibilidad sensorial y la olvidadísima accesibilidad cognitiva; hay que hablar de políticas económicas de apoyo que puedan considerarse serias y a las que se les pueda aplicar un mínimo de trazabilidad; hay que hablar de integración laboral, hay que hablar de leyes y de los castigos que debe acarrear su incumplimiento. Porque, lo crean o no, somos personas, como ustedes. Somos votantes, ciudadanos y ciudadanas que trabajan —o lo intentan—, que pagan impuestos, que quieren ser mejores y prosperar, igual que los demás. Pero que no pueden hacer nada de eso si siguen siendo olvidados y olvidadas por quienes aspiran a gestionar dirigir los destinos de un país.
Hablaba de todo esto con una excelente periodista, también extraterrestre, Vicky Bendito. Compartiendo nuestra indignación y desahogándonos le dije, medio en broma medio en serio, que la única forma de que se nos tenga en cuenta es hacernos inevitablemente visibles. No se hará nada por nosotros hasta que no haya en La Moncloa o en un ministerio mediáticamente visible un extraterrestre como nosotros.
Sin un «tullido» en la presidencia seguiremos condenados al ostracismo. Aunque reclamarán nuestro voto cada cuatro años, eso sí, con palabras bonitas y promesas huecas. O eso o envolvernos en la bandera que toque y gritar más que nadie. En caso contrario, de nuevo debajo de la alfombra hasta las próximas elecciones.
@CesarBritoGlez
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