En el Día Europeo de la Depresión, los expertos alertan del infradiagnóstico de una enfermedad que será la primera causa de morbilidad en el mundo en 2030, según la OMS. En España la sufren entre el 8% y el 15% de la población y se cifran en 30 millones los atendidos en Europa.
La depresión es un importante reto de salud pública por su elevada prevalencia – entre el 8% y el 15% de la población española la padecerá a lo largo de su vida-, y su enorme impacto individual, familiar, social y económico. Unos 30 millones de personas en Europa sufren depresión, lo que supone un coste estimado de 92.000 millones de euros al año. Pero el coste para la sociedad y los individuos es mucho mayor.
Las personas con depresión tienen el doble de probabilidades de estar desempleadas y corren un riesgo mucho mayor de vivir en la pobreza y la marginación social. Las inversiones relativas a la carga de la enfermedad de la depresión deben equipararse con las de otras enfermedades crónicas para reducir las desigualdades de salud y mejorar la vida de las personas con depresión.
Según la OMS, se prevé que la depresión se convierta en la principal causa de carga de enfermedad en 2030. Del mismo modo, la comorbilidad con otros trastornos psiquiátricos es frecuente. El 59% de las personas con depresión padece también ansiedad mientras que el 24% de los pacientes con depresión tiene también un trastorno de abuso de sustancias.
Diferentes trabajos publicados cifran en un 50% los trastornos depresivos que no reciben tratamiento o no el adecuado (psicofármacos o psicoterapia o combinación). En estudios españoles, como el SCREEN, los trastornos depresivos se encontrarían en cerca del 20% de los pacientes atendidos en Atención Primaria.
Decálogo de la depresión
Según apunta el doctor Guillermo Lahera Forteza, profesor de Psiquiatría y Psicología Médica en la Universidad de Alcalá de Henares e Investigador en el CIBERSAM, en su Decálogo de la Depresión, se trata de una enfermedad mental compleja, multidimensional y heterogénea. A pesar de ser el trastorno mental más frecuente en España y Europa, aún cuenta con elevadas tasas de infradiagnóstico. Es, además, una de las primeras causas de discapacidad.
El doctor asegura que la depresión no es sinónimo de tristeza, ni de debilidad personal, fragilidad de carácter o falta de voluntad. Tampoco la reacción emocional negativa ante situaciones adversas vitales, como un duelo por una pérdida significativa, fracasos amorosos, pérdida del empleo…, que pueden ocasionar tristeza, preocupación, rabia, frustración, abatimiento.
La depresión es una enfermedad que cursa con una extensa variedad de síntomas, tanto afectivos (tristeza, ansiedad, irritabilidad, bajo estado de ánimo, desesperanza…) como cognitivos (dificultades de atención y concentración, de memoria, de toma de decisiones y planificación, etc.) y somáticos (fatiga, cambios en el apetito y peso, alteraciones del sueño, cefalea, problemas estomacales…).
De origen multifactorial, se cree que existen diferentes factores que podrían intervenir en su génesis, aunque lo más probable es que sea una interacción de factores biológicos, psicológicos y sociales. Antes de diagnosticar una depresión es imprescindible descartar un problema médico subyacente (ej. anemia, hipotiroidismo…) o el consumo de tóxicos. Por eso el diagnóstico debe realizarlo un médico general, un psiquiatra u otro especialista. Ser mujer, tener antecedentes familiares o estar desempleado, entre otros, constituyen factores de riesgo para padecer depresión.
Cronificación
La depresión tiene altas tasas de cronificación y recurrencia. Alcanzar la remisión y minimizar los efectos adversos -y, en consecuencia, reducir las recaídas- sigue representando un reto en el tratamiento de la depresión. Sin embargo, conviene recordar que se trata de una patología para la que existe tratamiento, que puede evolucionar de forma favorable y, en muchos casos, curarse.
El mejor tratamiento de la depresión es el individualizado, integral y de acuerdo a las guías internacionales de práctica clínica. Tratamiento farmacológico, terapia psicosocial y psicoeducación constituyen la base del tratamiento. Una buena relación terapéutica y una alta adherencia al tratamiento aumentarán las probabilidades de éxito. También hay que resaltar la importancia de un buen diagnóstico. Muchas depresiones van mal porque no son depresiones, o no sólo son depresiones. El diagnóstico y tratamiento de la comorbilidad, es decir, de la existencia de enfermedades asociadas, es fundamental, tal y como recoge el Decálogo de la Depresión del doctor Guillermo Lahera.
El objetivo terapéutico, en la actualidad, persigue que el paciente recupere la funcionalidad, de modo que pueda desempeñar las tareas de su día a día como lo hacía antes de la enfermedad. Hay que prestar atención a la presencia de síntomas residuales, que son aquéllos que permanecen tras la mejoría, y que siguen limitando la actividad habitual del paciente. Suelen manifestarse como dificultades cognitivas (falta de atención o de memoria), síntomas somáticos, insomnio o pérdida de apetito sexual. No son tan manifiestos como la tristeza, la desesperanza o la culpa, pero impiden que el paciente vuelva a su vida normal, de ahí la necesidad de detectarlos y tratarlos.
Suicidio
La principal y más grave complicación de la enfermedad es el suicidio. El riesgo de suicidio es 21 veces superior en los pacientes con depresión frente a la población general. Un elevado porcentaje de los casos de suicidio están relacionados con la existencia de trastornos psiquiátricos, siendo la depresión la principal patología. Por otro lado, la depresión se asocia con un incremento de la mortalidad por cualquier causa y con un mayor riesgo de desarrollar enfermedades, tanto de salud mental como física.
El peso del estigma social y del estigma del propio paciente (auto-estigma) sigue presente en la depresión -como lo está en el resto de trastornos mentales-, y afectan tanto al diagnóstico de la enfermedad como a la recuperación del paciente. A pesar de todas estas complicaciones y retos, el doctor es optimista y concluye que “el futuro del tratamiento de la depresión debe encararse con esperanza, porque cada vez sabemos más de los mecanismos cerebrales subyacentes, contamos con tratamientos seguros y eficaces, y nuevas líneas de investigación científica”.
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