de Salamanca (ADSP)
Se ha parado, por ahora, la ley que había preparado el Partido Popular sobre el aborto. Durante todos estos días se oye decir que las mujeres pueden, por fin, respirar tranquilas.
La legislación sobre el aborto afecta especialísimamente a la mujer; un aborto clandestino puede ser para ella cuestión de vida o muerte. Tener un hijo o no tenerlo modificará para siempre sus expectativas de desarrollo vital. Abortar tendrá un efecto en ella muy profundo.
Pero el hombre está igualmente implicado y concernido por este asunto, y creo que los hombres también están respirando tranquilos porque su mujer, pareja, amante, hija…, a la que quieren profundamente, no corre el riesgo de morir en un aborto clandestino, no van a tener que renunciar a todo por aquel descuido que acarreó un embarazo no deseado…
Creo que respiran tranquilos porque ese legislador, en su soberbia infinita, ya no va a obligarle a que deje nacer a ese feto malformado cuya existencia atroz lastrará para siempre la de sus padres.
¿Puede un gobierno, o un ministro, o una iglesia condenar a vivir a un ser con graves deficiencias o penurias en un mundo cada día más hostil? ¿Puede obligar a ese hombre, el padre, a llevar una carga superior a sus fuerzas? ¿Puede alguien arrogarse tales prerrogativas y erigirse en salvador de una moral que a los ciudadanos que representa les es ajena?
Creo que los hombres están respirando tranquilos porque, estando sin recursos para pagar la comida de sus niños nacidos, no van a verse obligados a tener un hijo más.
Creo que los hombres y las mujeres están respirando tranquilos porque pueden ejercer su profesión de ginecólogo sin el riesgo de acabar en la hoguera.
Sí, la legislación que han detenido nos afecta a todos, no es cosa sólo de las mujeres.
Pero mucho cuidado, porque este Gobierno ha usado un tema tan importante como arma arrojadiza entre ellos, lo ha utilizado como herramienta para mantenerse en el poder o para conseguirlo, cuando pensaron que les beneficiaba electoralmente, sin importarles nada el sufrimiento que generaban. Nos han mostrado cuánto les interesa la vida de una mórula y cuán poco la de un ser humano vivo. Volverán sobre el tema cuando lo estimen rentable.
Termino con una frase de José Manuel Iglesias, en su blog, que recomiendo:
“Como en tantas otras muchas ocasiones en las que el poder se ejerce desde la prepotencia, el prejuicio y la carencia de respeto a las libertades individuales, aunque tampoco hay que menospreciar la incompetencia, me viene a la memoria el subtítulo de un excelente texto de la filósofa Hanna Arent: la banalidad del mal.”
No, ninguno de nosotros, ni hombres ni mujeres, podemos respirar tranquilos.
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